Así es. En mis noches viejas, cubiertas de insomnio, soñaba con encontrar ese camino de regreso, o tal vez un artefacto, para cambiar todo, arrancarlo de raíz.
Hacer las cosas diferentes, evitar esas frases que intencionalmente dije e imprudentemente hirieron mentes débiles de seres fugaces, con breves espacios en mi trayecto aún sin fin.
No lo entiendes hasta que después de cien tragedias, mil caídas y un millón de lágrimas, se convirtieron en la roca que se impulsó al frente impidiendo una mirada hacia atrás.
Te ves al espejo y lo notas, aún sin admitirlo, intentas sentirte errada, para justificar el nuevo paso, pero es innecesario, ya no es relevante, solo trasciende lo que se ve en el horizonte, no más, no menos.
Para mi duende favorito (lo sabes).